
El último día del año 2022, murió el Papa Benedicto XVI. ¡Santo súbito! Clamaban las gentes, al igual que hicieron con San Juan Pablo II. No dejan de llamar la atención esas huellas de santidad que dejan los elegidos. El día a día trabajando en la viña del Señor, de la que Benedicto XVI se consideraba humilde siervo. Humildad plena de sabiduría y verdad, valentía y sacrificio, trabajo y estudio, generosidad y entrega, silencio y elocuencia. A buen seguro el Dueño de la viña le habrá pagado el ciento por uno y la vida eterna. ¡No tengáis miedo! gritaba con inmensa seguridad San Juan Pablo II. ¡Manténganse fuertes en la Fe! ¡No se dejen confundir! Nos ha legado Benedicto XVI. En la actualidad tan errática y convulsionada que estamos viviendo, urge seguir sus huellas. Ya sé que para la mayoría puede parecer utópico el seguimiento a ese nivel de excelencia. Lo bueno es que no es cuestión de poderes especiales sino de ir de la mano de Dios en nuestro día a día, sin hacer cosas raras, queriendo siempre Su Voluntad. En su testamento, adquiere gran relieve la palabra agradecimiento. Agradecimiento a Dios por estar con él en todo momento, descubriendo su Providencia incluso en la adversidad. Agradecimiento a sus padres, subrayando la gran importancia en la educación y formación de los hijos. Agradecimiento a sus hermanos por su apoyo incondicional e insustituible. Agradecimiento a cuántos han colaborado con él. Nos lega Benedicto XVI ese saber pedir perdón a cuántos haya podido ofender. Da gracias a Dios por la tierra en que nació y por la que le ha llevado la vida. Y pide a que recen por él, al tiempo que también lo hará por quien lo necesite. ¡Huellas de santidad! En un mundo donde la guerra destruye al ser humano, donde el desgobierno confunde y abusa de la ignorancia y pasividad, donde la educación ignora el esfuerzo, donde parece imposible La Paz. Caminante, sí hay caminos por los que caminar hacia un mundo mejor junto a Los Santos de la puerta de al lado, como dijo el Papa Francisco. Personas que desde su cotidianidad se esfuerzan por hacer las cosas ordinarias de forma extraordinaria. Quizás sería por tanta fidelidad que mi madre, en su avanzada ancianidad, le admiraba y quería tanto que hasta lo veía guapo. ¡Madre, te estás pasando! Le decíamos con cariño. Y sí, casi sin darnos cuenta, nos estaba pasando la belleza de las huellas de santidad del Papa. Inconmensurable el testimonio de sus escritos a la luz de la Fe. Creer es un don de Dios. Él es el mejor Padre y sin duda no nos dejará nunca de su mano. Qué seguridad para seguir tan recientes y profundas huellas de santidad.