Bancos de niebla

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 En meteorología, niebla producida por influencia local, que se extiende en áreas geográficas pequeñas de algunos centenares de metros de extensión. En estos días, sabemos la posibilidad de encontrarnos con algún que otro banco de niebla y reconocemos la necesidad de precaución en carretera ante el riesgo de que se produzcan accidentes de tráfico. Agradecer la puntual información sobre la predicción del tiempo es una cosa, y otra, muy distinta, nuestra actuación cuando nos topamos de bruces con esas nubes  a ras de tierra que no hay forma de esclarecer ni con los faros anti niebla. La sensación es de bastante inseguridad y no todo el mundo sabe bien a qué atenerse porque las circunstancias son muy variadas. Obviamente, existen una serie de normas o protocolo, base de toda actuación reglamentada, pero estar preparado ante lo  que no es habitual no deja de ser un reto para el que casi nadie se considera apto. Así suele ocurrir en la vida: todo marcha sobre ruedas, hasta que, sin previo aviso, nos encontramos en situaciones inesperadas que, a simple vista, no sabemos cómo afrontar y tampoco contamos con un vademécum (del latín vade, anda, ven, y mecum, conmigo), con las nociones más importantes sobre la vida y sus avatares. La respuesta personal suele ir avalada por la formación que vamos adquiriendo a lo largo de nuestra existencia. Se dice actualmente que la sociedad es quien más influye en la educación (¡aviados vamos!), sin embargo, se reconozca o no, el papel de la familia es indiscutible. Por supuesto que nuestro entorno tiene mucho que ver, de ahí la necesidad de mejorarlo entre todos. Esencial la formación del entendimiento y la voluntad como base firme de una libertad responsable con la que dirigir nuestros actos. El error es humano; salir de él, mucho más. Cada cual tiene su carácter con sus ‘características’. Afrontar cuanto la vida nos va deparando supone atravesar luces y sombras: días de sol radiante y días grises; noches oscuras y noches de luna y estrellas; jornadas con  bancos de niebla que  nos impiden ver más allá de nuestras narices. Seguro que la mayoría de las veces acertamos con nuestro modo de actuar, pero otras, nos equivocamos tanto que  rectificar parece utópico. Aprender de los propios  errores es optar a una buena nota en saber vivir. Aprender de los demás, de su experiencia y consejo, es despejar el camino a seguir.